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HOMBRES AVENTUREROS DE SOPEÑA DE CURUEÑO

Miguel Ángel Díez

Perdonadme el atrevimiento de asomarme a las páginas de esta revista. Mi afán no es competir con escritores profesionales como Jesús, ni con periodistas como Eva o ingenieros técnicos pedagogos como Ros¡, Amancio, Satur, etc. Mi único motivo de escribir es que las nuevas generaciones conozcan a hombres valientes que del pueblo han sido, no en tiempos muy lejanos, y de los que, sin embargo, nadie habla, ni de sus múltiples aventuras. Nuestra falta de memoria, oral o escrita, castiga a personajes tan destacados con el olvido.

Difícil me resulto elegir el personaje; no sabía si dedicarlo al tío Jesús, cuyos descendientes viven en el pueblo, quien, en pleno invierno y durante una gran riada, cruzó el río montado en un jabalí; o al hermano de mi abuela María, Abel, que pasó gran parte de su vida en la Pampa argentina, revólver al cinto, y que, cuando venía al pueblo era conocida su costumbre de romper el hielo y bañarse en las frías aguas. O Heriberto Blanco, que dono las puertas de la entrada de la Iglesia de Sopeña, quizá pensando que le perdonarían sus múltiples pecados.

Por fin me decidí por el tío Ventura, hombre de gran estatura y un cuerpo lleno de verdades. Casado con la tía Gregoria, tuvo varios hijos, ninguno de los cuales, ni sus descendientes, habita hoy en el pueblo.

Para empezar probando su valor os contaré la pelea que tuvo con un lobo. El tío Ventura vivía en una casa de "paliza", con techo de paja, donde está actualmente la cuadra de Tomás Getino. A media noche sintió arañar la puerta. Abrió muy despacio y se encontró con un lobo enorme. Éste intentó avalanzarse sobre él abriendo la boca, momento que aprovechó para meter por ella el puño y cogiéndole del rabo le dio media vuelta. El animal marchó que echaba chispas por El Casar arriba.

Una vez probado su valor os contaré otras aventuras que vivió. Estando un día pescando en La Granja, las truchas que iba sacando las escondía en una gorra a la orilla del río, con tan mala suerte que llegó un milano y entre sus garras se las llevó. El tío Ventura, cuando lo vio, echó a correr detrás de él en calzoncillos hasta llegar a la cota de La Vecilla, y subiendo al roble donde tenía el nido el milano, se las quitó.

Y sigue con sus hazañas el tío Ventura. Estando un día en el puente, vio bajo éste una gran anguila. Bajó y trató de cogerla, pero no la pudo sujetar. Sacando la navaja se la clavó detrás de la cabeza.

Tras largo forcejeo, la anguila se abrió en dos y marchó río abajo. Él corrió detrás de ella hasta el puente de Pardesivil; la anguila era de tan gran tamaño que se atravesó en una zanca del puente y, con la fuerza de la corriente, éste se derrumbó y se fue río abajo con la anguila sin que el tío Ventura la pudiera coger.

Otras muchas aventuras corrió en su vida el famoso tío Ventura. Y según él las contaba yo os las cuento a vosotros. Espero que las nuevas generaciones nunca se olviden de hombre tan valiente y se molesten en preguntar por nuestros antepasados y sus hazañas.