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JUEGOS DE INTERIOR

Amancio Juárez

Estos juegos eran propios de las largas noches de invierno. Las familias se reunían en una casa mientras los mayores hablaban de sus problemas o jugaban a las cartas, los más pequeños, dirigidos por una mujer mayor, aprendían estos juegos.

Tío Luisín, tío Luisón

Se colocan todas las manos de los niños encima de la mesa. El que dirige el juego va pellizcando suavemente cada mano y a la vez se iba diciendo:

Tío Luisín, tío Luisón
tiene un buey
que sabe arar y retejar
dar la vuelta al palomar,
la redonda se esconda

La última mano que se pellizcaba se escondía debajo de la mesa y así hasta que quedaban todas las manos escondidas. El que hace de "madre" pregunta:

¿Dónde tienes tus manitas?

los demás respondían:

Por mirar a la luna
me las llevó la garduña
por mirar p'a la mano
me las llevó el milano
por mirar al río
me las llevó mi tío
por mirar p'al techo
me las llevó el tío Felecho.

Entonces todos sacaban las manos y gritaban, a la vez que hacían palmas,

¡mira una!, ¡mira otra!
¡míralas aquí!, ¡míralas aquí!

Aserrín, aserrán

El niño se sienta sobre las rodillas de la madre, mirando para ella y balanceándolo por adelante y atrás va diciendo:

Aserrín, aserrán
maderita de San Juan.
Los del rey sierran bien,
los de la reina también,
los del duque maderuque
al trueque, truque.

Al llegar al último verso le daba unos movimientos más rápidos que le producían mucha risa.

Contar dedos

Con el niño sentado en el regazo de la madre, le coge dedo por dedo y va diciendo:

Este fue al monte (pulgar)
este le ayudó (índice)
este frió un huevo (corazón)
y este lo comió (anular)
y este parlanchín (meñique)
todo lo habló.

A dovanar, a dovanar

Se colocan unos encima de otros. El que dirige el juego introduce su dedo índice en el último puño y girándolo dentro comienza el juego y alternándose en las preguntas y respuestas van diciendo:

¡Pípiripi!
¡que hay aquí!
¡granos de oro!
¿quién los molió?
el rey y la reina
y a adovar a dovanar.

Entonces todos sueltan los puños y girando los brazos uno alrededor del otro se continúa diciendo:

el que enseñe los dientes
lo ha de pagar.

El primero que se reía perdía y ponía la cabeza sobre la mesa y los demás le daban palmas encima de las costillas a la vez que decían:

Recotón, recotón
de la madre calderón,
que me he dicho un señor,
que mañana hay buena cena,
p'a hoy, p'a mañana
y p'a toda la semana.

El que dirige el juego pregunta y pone un cierto número de dedos encima:

¿Cuántos dedos tienes encima de tus costillas?

Si acertaba empezaba de nuevo el juego. Si no acertaba el número de dedos le contestaban todos:

si hubieses dicho... (los que tenía encima)
no habrías de pasar tanto mal
como tienes que pasar.

Se continúa dando palmas encima hasta que acierte.